Jerzy Hausleber: Un recuerdo para el Profe…

13 Mar

Jerzy Hausleber: Un recuerdo para el Profe…

Cuando me despedí de él aquel día en su casa, de pronto dejó escapar pedazos de su corazón que se cristalizaron en los ojos. No me pedía ayuda… no tenía que pedirla, sólo pedía justicia y que yo tratara de encontrarla para él, me dio un documento que en la Comisión Nacional del Deporte ignoraron con un increíble cinismo. El Profe ya no tenía fuerzas para pelear o siquiera para reclamar lo que por justicia tenía que haberle dado su nueva Patria.

Y ya en esa tarde soleada en su casa, comenzó a contarme su llegada a México, a ese exótico país que veía sólo en los libros y lejanamente en los periódicos de principios de los 60´s, que era más, que el México contemporáneo, el México de los Mayas y los Aztecas, de las Piramides de Teotihuacan y del sabor intenso del Mariachi y la picante comida mexicana…

EDGAR VALERO BERROSPE

Aquella tarde septiembre del año 2000 en Sydney, tuve un encuentro que de casual terminaría por convertirse en una de las mas interesantes y extraordinarias oportunidades periodísticas de mi vida.

Allá en la sala de espera de las instalaciones de Televisa en el Centro Internacional de Radio y Televisión del parque olímpico en Sydney llegó puntual a la invitación que le hice el profesor Jerzy Hausleber. Ya de caminar lento y con bastón, pero sin sufrir lo que estos últimos cinco o seis años padeció para desplazarse, me encontré con la leyenda de la marcha mexicana.

Lo había visto tantas veces en los entrenamientos, le había hecho tantas entrevistas de esas de oportunidad, que tenerlo para mi sólo aquel día, era mucho más de lo que hubiera podido desear. Aquellos 40 minutos se fueron como el aire y durante los siguientes 12 años, cada vez que lo veía refrendábamos la promesa de tener otra “sabrosa” como “la de aquella vez en Sydney”.

Para cuando usted lea este artículo, ya se habrá enterado, por si no lo sabía, las dimensiones trascendentes del Padre de la Marcha Mexicana, quien murió ayer mientras este país quedó a deberle por su extraordinaria dedicación, y por lo que hizo por el deporte mexicano en general, y digo que el país quedó a deberle, por que la ineptitud de Bernardo de la Garza, anterior dirigente de la Conade, y su séquito de colaboradores ofendieron, humillaron al Profesor Hausleber, a quien condicionaron y finalmente negaron una beca de 20 mil pesos mensuales para que, más que su manutención, cuando el falleciera, como finalmente ha ocurrido, su esposa pudiera seguir viviendo una vida digna después de su partida. Más se robaron cada día de trabajo en la Conade, como para negarle a este hombre su humilde petición…

Porque humilde ya era de actitud, su grandeza espiritual no le permitía ser de otra forma, y aquella charla que se extendió por casi una hora, fue el gran preámbulo para la siguiente conversación que tuvo que esperar más de una década para tener una nueva oportunidad.

Y así fue… Mientras realizaba un programa sobre la trayectoria de Ernesto Canto para Canal Once, tuve la oportunidad de visitarlo en su casita allá por Xochimilco, ya le resultaba muy difícil caminar, casi no lo hacia, las rodillas, hechas añicos en un accidente que sufrió en su vida deportiva cuando practicaba el esquí alpino, no le cobró la vida, pero si en cambio le dejó una factura que siguió pagando el resto de sus días, a pesar de lo cual, supo crear lo que en México no existía, una escuela de marcha, que dejó como legado nueve medallas olímpicas, más de 180 preseas en competencias internacionales, desde Centroamericanos y Panamericanos, hasta Juegos Olímpicos y Campeonatos del Mundo.

Estas palabras resumen cruelmente en apenas unos cuantos renglones el trabajo de toda una vida, de una dedicación y empeño como no se ha visto en la historia del deporte mexicano.

Y ya en esa tarde soleada en su casa, comenzó a contarme su llegada a México, a ese exótico país que veía sólo en los libros y lejanamente en los periódicos de principios de los 60´s, que era más, que el México contemporáneo, el México de los Mayas y los Aztecas, de las Piramides de Teotihuacan y del sabor intenso del Mariachi y la picante comida mexicana.

Jerzy Hausleber tenía más de 30 años cuando llegó a México por instancias del General José de Jesús Clark Flores, para entonces Presidente del Comité Olímpico Mexicano, y se quedó aquí para siempre. No le importó que la estúpida burocracia mexicana tardara casi 30 años en darle la Carta de Naturalización como mexicano, porque ya de sí, era más mexicano que muchos de los que nacimos aquí. El Profe como afectuosamente le llamaba yo y como muchos de sus amigos y discípulos hacían también, no exigía, predicaba con  el ejemplo honesto del trabajo, y rara vez dejaba sus entrenamientos para ir a discutir con la gente de pantalón largo.

Su sitio era cerca de esa legión de deportistas que forjó y que transformó de la nada en medallas olímpicas, incluyendo las joyas de la corona, Daniel Bautista y Ernesto Canto o Raúl González. La cuenta oficial habla de las medallas que ganó, pero hay otras siete medallas que le robaron con injustas descalificaciones, desde Bautista en Moscú hasta aquella Medalla de Plata de Carlos Mercenario en Barcelona.

Pero su nueva patria lo olvidó, México le dio la espalda a pesar de que se entregó en cuerpo y alma a forjar atletas cuyos nombres figurarán para siempre en la reducida lista de las leyendas olímpicas mexicanas, donde Jerzy Hausleber debe de tener un sitio, sin que nadie le regale nada, sin que nadie pueda regatear lo que hoy son hechos, lo que ya forma parte de la leyenda.

Cuando me despedí de él aquel día en su casa, de pronto dejó escapar pedazos de su corazón que se cristalizaron en los ojos. No me pedía ayuda… no tenía que pedirla, sólo pedía justicia y que yo tratara de encontrarla para él, me dio un documento que en la Comisión Nacional del Deporte ignoraron con un increíble cinismo. El Profe ya no tenía fuerzas para pelear o siquiera para reclamar lo que por justicia tenía que haberle dado su nueva Patria.

Lo que me decía sin hablar aquel día Jerzy Hausleber, es que quería que cuando él se fuera, como ha pasado finalmente, esa abnegada mujer que sufrió sus largas ausencias por las concentraciones en todos los rincones del mundo, pero que lo acompañó con sus bendiciones durante toda su vida, pudiera tener una vejez digna. Respeté con mi silencio su dolor, como si no me diera cuenta de que lo veía llorar y le di un abrazo de despedida, no sabía yo, que ya no habría otro. Ese hasta pronto, sería para siempre…

Una dolorosa conclusión

“Hubiera preferido ser un vendedor de tamales…”

Las últimas palabras de aquella entrevista fueron lapidarias, Jerzy Hausleber estaba dolido por la forma como se le había tratado “sicológicamente y como entrenador amante del deporte si estoy satisfecho, por lo que se logró, pero si se trata materialmente yo creo si comenzaba otra vez vida mejor prefería ser un vendedor de tamales… La vida es única y puedo tener una palmadita en la espalda, pero ¿qué tiene mi familia si mi foto aparece en los periódicos? Nada, no tiene nada….”

ENTREVISTA COMPLETA EN edgarvalero.wordpress.com